jueves, 31 de enero de 2008

Enfurecer o no enfurecer... ésa es la cuestión.

¿Porqué nos transformamos en seres humanos despreciables cuando salimos a consumirnos en la urbe? ¿Qué parte del hipotálamo izquierdo vino fallada para que nos comportemos en masa de una manera totalmente radical de como lo hacemos en modo individual? ¿Que parte de la masa de la pizza dejamos sin comer? (mándenme su dirección asi les encargo el francotirador... no puedo entender todavía a los que dejan el cabo de la pizza). Hoy planteo una situación visceral y tan cotidiana en la mayoría de nosotros, los pelotudos que trabajamos y tenemos que viajar en bondi. O los que no trabajan e igual viajan en bondi para realizar trámites burocráticos. O los que andan de trampas y viajan en bondi para que las cámaras de seguridad no detecten la patente de su auto cuando entran en el albergue transitorio, porque seguro su mujer ya contrató el detective privado que le está realizando un seguimiento riguroso (paranoico de mierda... tu esposa se está acostando con el detective.. jaja y ahora quien es el paranoico? el detective? y si... porque seguramente se enganchó con tu esposa y ahora está perseguido porque piensa que vos querés arreglar las cosas con ella y él se va a quedar solo de vuelta, con su voyeurismo.. y la vecina que se desviste en el balcon de enfrente). Sepan disculpar si me respondo y me contesto, es que tengo triple personalidad bipolar.
El dilema es el siguiente: estás esperando el colectivo (para cualquiera de las diversas tareas que nombramos antes... si, si.. nosotros tres) en una avenida transitada. Luego de un rato largo de esperar, lo ves venir, pero junto con él viene otro atrás y uno paralelo a él. Rogás para que no lo pasen, porque seguramente de hacerlo, el chofer de tu colectivo no te observará ni hará el mínimo intento en frenar, debido a que es una parada poco frecuentada. Lo pasan. Lo perdés de vista. Por ahí entre la trompa de un colectivo y la cola del otro, ves a tu colectivero que mira hacia la parada. Le levantás la mano enardecidamente para que observe tus estrepitosos movimientos y desesperación por tomar ese maldito colectivo. El chofer te ve. Obvio. Hasta un helicóptero a 100 km te hubiera visto con esos movimientos escandalosos que hiciste, en los cuales casi le arrancás la cabeza a un sujeto que pasaba por al lado tuyo. ¿El chofer frena?. No. Es un movimiento muy complicado el que le pedis que haga. Tiene que doblar su muñeca izquierda, bajar su mano derecha y mirar por el espejo retrovisor que no venga ningún automóvil desprevenido al cual encerrarlo (que también podés ser vos, pero será motivo de debate en otra ocasión). Pasó de largo. Y vos perdiste como 13 valiosos minutos de espera mientras podias estar rascándote la ingle en tu casa hasta que te sangre. Esto no se queda asi. No. ¿Que hacés en una situación como esta?. Te doy mis alternativas:
1- Lo seguís con la vista al colectivo, buscando una luz de esperanza que lo haga volver y se compadezca de vos. Al no suceder esto, agachás la cabeza y esperás el próximo colectivo.
2- Lo seguís con la vista al colectivo, mientras vas insultando por dentro para que no piensen que estas loco o vas a acuchillar a alguien por gritar.
3- Corrés al colectivo un par de metros de manera paralela por la vereda, mientras vas insultando al chofer. Al mismo tiempo, una señora mayor te mira como si fueras un orangután con ropa a punto de trepar por el arbol de la ira. Le decís: "no señora, no soy un orangután. Soy un cabernícola"
4- Corrés al colectivo demasiados metros para el poco estado físico que tenés. Buscás algun objeto contundente para arrojarle. Visto desprovisto de él, le arrojás de modo vehemente el celular. Justo cuando dió el cuarto giro en el aire te arrepentís de haberlo arrojado porque después tenes que volver a escribir toda la agenda de vuelta, si es que se rompió el maldito chip (reconozcamos que ése es el verdadero dolor de huevos de perder el celular). El celular se destruye en el acto. Pero no en el colectivo. Tampoco en el piso. No. Tenés tan mala puntería que le pegaste al patrullero que venía por la mano contrario. Cagaste. Te pasaste de la ira. Vas a la comisaría. Y lo peor, es que tenés que anotar todos los contactos en tu teléfono... de nuevo.
Se escuchan atentamente otras propuestas o alternativas de canalizar esta ira. No la reprimamos. Volquémosla en algun lado. Pero tratemos de no caer presos.