miércoles, 13 de mayo de 2009

Violencia viene en envase retornable

¿Se justifica el arrebato violento ante un imprevisto circunstancialmente molesto? Supongamos que se puede tratar de una secuencia de hechos acumulativos que desbordan nuestro taper encefálico; ¿como reaccionar ante la impotencia y la indecisión de una masa que no se apropia de un líder o una identidad inmediata? La ausencia de un cacique puede aletargar nuestra ira que se va abriendo como una flor que repara su necesidad con la fotosíntesis. El problema es el siguiente: nosotros no hacemos fotosíntesis, y menos de noche y lejos de montañas o playas que puedan susurrarnos al oído "me chupa todo un hueeeevo". No, esta vez revoleamos el tambor hacia un presidente con anteojos, le quitamos el paragüas a la señora para taladrar el semáforo que dejó de titilar dejándonos en medio de la avenida haciendo sandwich entre dos colectivos; le descontrolamos la góndola al acomodador del supermercado para provocar una persecución digna de una comedia de bajo presupuesto en donde hacemos caer al empleado arrojándole latas de arvejas a los pies. Hacemos sonar la trompeta de la tempestad, para adentrarnos en las sinuosas llamas de nuestro interior vomitivo de ira. No hay que ser condescendiente, si logramos camuflarnos entre la euforia masiva y anónima, mejor para nuestro curriculum. Si somos individualistas, mejor para nuestro prontuario.

lunes, 11 de mayo de 2009

Arribando la espera


Habría que considerar algunos puntos acerca de la puntualidad masculina, sólo para que se comprenda un poco más el lenguaje intermitente al cuál nos referimos. Cuando se suele decir "te paso a buscar a las ocho", significa que usualmente el horario en el que eso sucede, es a las ocho. Por más que llames catorce veces al sujeto o mandes sms lo único que se consigue es atrasar la llegada o fastidiar la llegada. Siempre relativizando la personalidad de cada uno, el "te paso a buscar a eso de las ocho" cambia rotundamente. Cuando agregamos el "a eso", denotamos una improbabilidad latente de un arribo impuntual. O quizás lo sea de mera casualidad, pero la información es esa. Es probable que la acción se ejecute en términos cercanos a la hora señalada, pero esto difiere con "no sé, alrededor de las ocho calcula más o menos". Esto significa prácticamente que el sujeto "esperante" debe anticiparse a que el sujeto "buscador" pueda llegar dos horas antes de lo provisto porque no tenía absolutamente más nada que hacer que romper las pelotas y decidió pasarnos a buscar mientras nos bañábamos, dormíamos una siesta, jugábamos a tirarle piedras al techo de los colectivos desde nuestro balcón, etc. Quizás suceda exactamente lo mismo pero con el retraso. Inventando pasatiempos para esperar la llegada probablemente terminemos en prisión por estrellar una piedra en la ventana del colectivo. De cualquier modo, hay algo seguro que deducimos a través de este blog: siempre podemos terminar presos, sobretodo si no nos funciona el limitador interno que nos censura de accionar mediante pelotudeces.


lunes, 23 de febrero de 2009

La Gran Sanata

Por milenios el ser humano se ha rebajado hasta límites inconcebibles solamente con el objetivo de escatimar en medios para alcanzar su meta. Esta vez, incorporaremos a nuestra conducta diaria una serie de pautas y recomendaciones a tener en cuenta para esquivarle al bloqueo cotidiano del hecho más agobiante en la carrera a nuestro porvenir: formar fila (convengamos que de ahora en adelante denominaremos a esta situación únicamente de este modo, debido a que el "hacer cola" tiende sutilmente hacia una desviación erótica que nos podría dejar mal parados en una conversación amena, sobretodo si obsequiamos nuestra cara de "uh, eso no fue lo que quise decir", que nos deja peor parados que a un pedófilo en un jardin de infantes). Una vez hecha la aclaración, proseguimos con los consejos suprimiendo relevancia en el contexto para concentrarnos simplemente en la fila y en el método que emplearemos para hacer desaparecer a sus integrantes.
- Es ideal llevar siempre un plan determinado y no improvisar en estas circunstancias: podríamos imaginarnos que la fila es como un dominó. Entonces tendríamos que solidificarnos y caernos hacia adelante, atropellando la nuca de la persona y observando desde el piso como las fichas van colisionándo entre sí hasta caer la útlima: esa es nuestra oportunidad. Pero como todo riesgo de cálculo (y esto lo sabe cualquier sujeto que haya intentado establecer un efecto dominó en alguna circunstancia) hay peligro de que en su trayecto, dos fichas no se toquen por la distancia que llevan, porque una cae hacia su lateral o por otro factor ajeno. En tal caso, podríamos levantarnos e ir desaforadamente a producir un delicado empellón para continuar con las caídas. Pero en este caso estaríamos infringiendo las leyes del dominó y se transformaría en una riña callejera, provocada por la discontinuidad de lo casual hacia la violencia constructiva; o destructiva en su defecto.
- Otra gran estrategia es la del vendedor ambulante: llenamos un pulverizador con cloroformo, lo envolvemos con una etiqueta profesionalmente diseñada en paint emulando algún perfume internacional y con nuestra mejor cara de vendedor y la peor de desquiciado, vamos rociando a las personas ofreciéndoles el aroma de una nueva y exquisita fragancia. No hay que dejar decidir a la gente si desea probarse el perfume, aparecemos por sorpresa y les regamos la cara con una sublime ráfaga de nuestro pulverizador. El lema publicitario es "Para el sueño del caballero y la pesadilla de la dama, o viceversa, llega la nueva fragancia que los hará sentirse como si estuvieran durmiendo en las nubes", esto aproximadamente debería alcanzar para quince personas. Tenemos que cerciorárnos de que nuestro rociador funcione bien y no se trabe, porque si lo hace en medio del trayecto y la gente comienza a desmayarse antes, entonces tendremos problemas con la riña callejera nuevamente. La opción del vendedor ambulante también puede emplearse con una granada rellena de cloroformo, claro que para ello tendríamos que saber de armado de bombas caseras y quizás un poco de ingeniera atómica y molecular, pero esto es opcional. Mientras podemos bajarnos de Internet el ebook "Como armar una granada casera y no morir en el intento" de Fabiolo Inmola (recomiendo el Volumen II debido a que el primero deja con ceguera en algunas ocasiones).
- El plan ideal es el que llamo "La Gran Sanata". Se trata de utilizar todo nuestro potencial actoral para fingir un acontecimiento épico y transmitir emociones que confundan a las personas para, de este modo, generar discusión entre ellas y una distracción que nos permitirá inmiscuirnos en el primer lugar de la fila. Podríamos ir gritando incoherentemente diversas cuestiones acerca del apocalipsis, claro que para ello tendríamos que estar haciendo la col.. formando fila en algún templo evangelista o algo similar. Lo importante en este caso simplemente sería lograr desviar la atención de nosotros hacia otro sector, como anticipando la caída de un meteorito y señalando su lugar de caída, aunque deberíamos procurar no acercarnos mucho al lugar que señalemos debido a la justicia divina que probablemente nos arrojará un meteorito justo en el lugar indicado únicamente para trastocar nuestra sanata. Otro método de sanata es la del grito despavorido al mejor estilo histériquisimo meno/andropáusico con síntomas de esquizofrenia: "¡Hay un francotirador en la terraza!", sin olvidarnos de estallar antes un petardo y tropezarnos como si hubiese pasado muy cerca nuestro. La gente ha visto demasiadas películas y sabe que se puede llegar a tal nivel de locura como para que esto sea cierto. Cuando todos estén tirados en el piso abrigándose entre las baldosas para proteger su vida, aprovechamos para acercarnos hacia el principio de la fila y realizamos nuestro objetivo; ya sea algún trámite burocráctico en alguna municipalidad o para comprar un televisor de 29" en oferta que viene con un dvd barato de regalo cuya bandeja dejará de funcionar al mes de su compra. Cuando regresemos para devolver el dvd con la garantía, deberemos emplear otra estrategia para no perder credibilidad.

martes, 3 de febrero de 2009

El Efecto Mariposa I

¿Qué tan eficaces pueden ser los pequeños detalles como para devastarnos un dia festivo o alegrarnos un atardecer mediocre? Podríamos decir que olvidarse la ropa tendida un dia soleado es un detalle de nivel medio, carece de envergadura. Pero si el cielo se torna apocalíptico a media tarde, acompañado por un diluvio de balones de rugby y unas leves ráfagas de viento de unos 145 km/h, el detalle de la ropa se torna un poquito más relevante; sobretodo si es viernes por la noche y no queda otra alternativa de ropa interior para salir que la que está destilando un porcentaje de humedad suficiente como para cubrir un tercio del riachuelo. La estufa es una buena solución para secarla, pero estando en pleno verano lo único que lograríamos seria sofocarnos y alejarnos del calor que irradia para más tarde volver cuando se estarían calcinando las prendas de vestir y deberíamos apagar el incendio con el teléfono y llamar a los bomberos con el matafuego vencido desde hace tres lustros. Esto resultaría inevitablemente en una no-salida de viernes, no-salida de sábado quizás; y probablemente una no-salida durante un par de semanas debido a las quemaduras que nos han regalado algunas llamas avivadas por el tornado que descendió en nuestra cuadra justo cuando el fuego parecía consumirse. Deberíamos tener un sentido común más desarrollado para los detalles, como por ejemplo: no deberíamos destruir medio metro de nuestra pared porque resulta que la ventana no se abre lo suficiente como para canalizar nuestro voyeurismo en la ducha del edificio vecino. Este es un detalle irrelevante, sobretodo si no somos albañiles y no podemos arreglar nuestro hoyo en la pared cuando llueve o cuando hay fuego que es avivado por el viento que entra por el descomunal agujero. Hay que saber prestarle atención a los detalles que valen la pena, y no obsesionarse por los que no. Maldita pared que no se autoarregla.