La columna de hoy está en manos del líder en gastronomía improvisada Gustav Duv Orro. De origen Ucraniano (Norte de Gerli) este individuo posee una filosofía culinaria excéntrica pero totalmente adaptable a las condiciones de nuestra existencia alimenticia. A continuación, los formalismos para el plato del día:
- ¿Cuántas veces nos despertamos anhelando un titánico desayuno que debe ser reemplazado por las monótonas galletas de agua, un té frio o un pedazo de pan que unicamente se diferencia de una roca porque tiene miga? Vamos a brindar una solución parcialmente definitiva, pero infinitamente reprobable, para que no comenzemos el día con un descenlace escaso en nuestro estomago. Primero nos levantamos de la cama. Ponemos a calentar un poco de agua en la pava. Vamos al baño a mojarnos la cara. Tomamos un sorbo de agua de la canilla. Volvemos a la cocina. Nos hechamos el agua de la pava en la cara para despejarnos del sueño. Todavía nuestro sistema nervioso esta deambulando en algún sueño erótico, asi que no deberíamos sentir dolor (dependiendo del tipo de sueño de cada uno... eso si). Nos asomamos a la ventana y tomamos un poco de aire (además refrescamos nuestras heridas por las quemaduras). Un poco más despiertos y con condiciones de decir cuatro sílabas seguidas sin emitir un balbuceo sin sentido que delate nuestra condición de zombie, llamamos a nuestro vecino por teléfono para anunciarle sutilmente que "le diga a su hija de 16 años que tenga un poco de cuidado cuando vuelve un domingo a la madrugada de bailar, hay muchos patrulleros sueltos y con ganas de llevarse a chicos que están teniendo sexo en la vía pública. Sobretodo cuando es con el hijo de 21 años del vecino de enfrente, que es medio depravadito.." Una vez emitidas dichas palabras (o similares, pueden cambiar los sujetos, las situaciones, pero nunca nos olvidemos de la humillación pública) aguardamos unos treinta segundos y asomamos nuestro cuerpo hacia la calle. Mientras observamos la erupción de insultos, el revoleo de falanges y antebrazos, las miradas atónitas, sorprendidas y las eufóricas; aprovechamos para atravesar delicadamente alguna de las puertas de sus casas. Quizás hasta nos topemos con alguna torta de ricota, algunas facturas. Y con un poco de suerte, saldrá a la calle por el alboroto la señora que empieza a cocinar a las seis de la mañana para almorzar a las diez, y podamos arrebatar en forma de préstamo indefinido algun bocadillo de su cocina. Luego, simplemente nos mudamos de barrio.