¿Cuáles son las pautas que podemos asimilar como peatones en la urbe, sino nos han otorgado un permiso para peatonar? ¿Es simplemente porque se confía demasiado en la perspicacia de la gente para poder transitar? ¿Se debe a una cuestión meramente burocrática? ¿Se trata de un libre albedrío respecto de las leyes del sistema vial? ¿O es sencillamente porque saben que si para caminar por la calle, además de poner los billetes y hacer trámites eternos para tener un "registro para circular", lo tendríamos que hacer de modo limitado por lo que se circunscribe a un papel y, por ende, prenderíamos fuego automáticamente la municipalidad mas cercana y probablemente atentaríamos contra las señales públicas utilizándolas como armas medievales en una batalla épica contra las autoridades y contra los puestos ambulantes de panchos? Calculando que ya no se sabe donde empezó la pregunta ni dónde terminó, imagínense una multa por circular con changuito de compras con un peso excedido de lo permitido por el registro de uno. O con un changuito que excede la velocidad establecida como límite. Otra multa por llevar el bolso de trabajo alejado unos centímetros de más del cuerpo de lo que se permite para conceder el paso a otros transeúntes sin que choquen con él y así no terminar en una riña callejera por haber derramado un café en los senos de la novia de un alumno de kung fu, o de ninjitsu, o de tiramísu. Otra multa por llevar una novia con senos muy grandes y con el escote sensible a cualquier pelotudo con los atributos de poseer un café y una mano con cierta tendencia a volcar los objetos (descartemos el hecho de que uno intente, simplemente como buen ciudadano que es, de limpiar el enchastre que hizo en los senos de la chica... con un pañuelito descartable con el cual acaba de sonarse la nariz). Dejando de lado estos arrebatos ínfimos de la escencia común del peatón, imaginemos hasta que grado de gravedad podrían llegar en algunos años, en el caso de que no se establezca un contrato peatonal:
- Vamos caminando con la velocidad determinada del peatón normal que circula cuando no sabe porque está apurado, o sea; llevándonos puesto todos los objetos estáticos (incluyendo los estáticos que se mueven de repente, como por ejemplo: un perro, un ser humano, un tacho de basura que se desprende de su columna, un tacho de basura que se desprende de las manos de un joven que nos está arrojando cosas, etc). A unos veinte metros de la esquina, alcanzamos a distinguir que el semáforo de la avenida está titilando para que el peatón deje de cruzar. Entonces procedemos a apurar nuestro paso en forma incrementada, casi como un atleta olímpico. Cuando observamos que no llegamos, comenzamos a acumular bastones de jubilados que van caminando para formar una especie de garrocha improvisada corriendo a gran velocidad mientras vemos que los ancianos van cayendo como efecto dominó a través de nuestro espejo retrovisor en el reloj de arena que llevamos en nuestra muñeca. Todo para garantizar un salto olímpico estrategicamente calculado que nos permita aterrizar en la otra vereda solamente con un esguince de tobillo y una rotura de meñiscos (sin contar la sangre que sale de alguna parte de nuestra cara debido a algun letrero que nos obstaculizó el camino).
- Otra situación podría plantearse en los casos de cruces peatonales no establecidos por el sistema vial. Por ejemplo, los cruzes horizontales, diagonales y, ¿porqué no?, verticales, a través de las calles. Supongamos que debería haber un semáforo en cada parte de la vereda en donde cruza la gente; seguramente se conformaría una muralla de semáforos que, no sólo nos impediría ver la luz solar, sino también nos convocaría a comenzar un curso avanzado acerca de las técnicas más frecuentes de ósmosis para novatos. O supongamos que debería haber una senda peatonal en cada sector del pavimento en el cual cruza el peatón; seguramente las calles serían todas blancas y los oftalmólogos y ópticos se harían millonarios por la cantidad de retinas quemadas por el rebote de la luz. Y quizás también algunos individuos tengan alguna especie de atrofia y confusion mental y salgan a la calle con skies o con cadenas en las ruedas de sus automóviles. Un punto para el turismo y para los artesanos de las cadenas.
- Simulemos que pronto las calles más transitadas mutarán en peatonales y el embotellamiento se hará de una densidad tan insostenible que las dosis de ansiolíticos incrementarán su venta un 200%. ¿Porqué decimos esto? Simplemente porque suele suceder que en las veredas de avenidas muy transitadas, suelen agruparse conglomerados de gente sin brújula en el cerebro pero que andan a gran velocidad o a muy poca. Es una maratón para ver quién llega primero vaya a saber hacia qué meta. Por un lado, tenemos a los transeúntes que van a gran velocidad atropellando a otros, haciendo luces, balizas, con bocinas humanas del estilo "córrase señor la re puta madre que lo parió", y cosas por el estilo. Por otro lado, los peatones que no saben si están paseando por un shopping, si están buscando una prenda de vestir para regalar pero en los locales de celulares; si están paseando a un perro imaginario, o si tienen pañales y están meando mientras caminan, por la lentitud. Todo esto implica un choque de ideologías camineras respecto a una velocidad estándar en las veredas, por ende, el resultado es la gente que se cansa de esto y se desliga del inconveniente, convirtiéndo una parte de la avenida en paso peatonal, sin temer por los apreciables colectivos que son tan tenaces en el tema de pasar lo más cerca posible de lo que sea; otros vehiculos, gente, veredas, puestos de diarios, hombres con el diario, mujeres con el diario, hermafroditas con el diario, monopatines y monos salvajes escapados del zoológico, pero sin patines. Con rollers.
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