martes, 3 de febrero de 2009
El Efecto Mariposa I
¿Qué tan eficaces pueden ser los pequeños detalles como para devastarnos un dia festivo o alegrarnos un atardecer mediocre? Podríamos decir que olvidarse la ropa tendida un dia soleado es un detalle de nivel medio, carece de envergadura. Pero si el cielo se torna apocalíptico a media tarde, acompañado por un diluvio de balones de rugby y unas leves ráfagas de viento de unos 145 km/h, el detalle de la ropa se torna un poquito más relevante; sobretodo si es viernes por la noche y no queda otra alternativa de ropa interior para salir que la que está destilando un porcentaje de humedad suficiente como para cubrir un tercio del riachuelo. La estufa es una buena solución para secarla, pero estando en pleno verano lo único que lograríamos seria sofocarnos y alejarnos del calor que irradia para más tarde volver cuando se estarían calcinando las prendas de vestir y deberíamos apagar el incendio con el teléfono y llamar a los bomberos con el matafuego vencido desde hace tres lustros. Esto resultaría inevitablemente en una no-salida de viernes, no-salida de sábado quizás; y probablemente una no-salida durante un par de semanas debido a las quemaduras que nos han regalado algunas llamas avivadas por el tornado que descendió en nuestra cuadra justo cuando el fuego parecía consumirse. Deberíamos tener un sentido común más desarrollado para los detalles, como por ejemplo: no deberíamos destruir medio metro de nuestra pared porque resulta que la ventana no se abre lo suficiente como para canalizar nuestro voyeurismo en la ducha del edificio vecino. Este es un detalle irrelevante, sobretodo si no somos albañiles y no podemos arreglar nuestro hoyo en la pared cuando llueve o cuando hay fuego que es avivado por el viento que entra por el descomunal agujero. Hay que saber prestarle atención a los detalles que valen la pena, y no obsesionarse por los que no. Maldita pared que no se autoarregla.
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